«Ver tocar la guitarra en casa es algo natural, como comer»
Si Juan Vargas (Madrid, 1978) hubiera decidido ser médico, abogado o carpintero, a muchos le hubiera extrañado. Y es que ser hijo del guitarrista Miguel Vargas y haber nacido en el seno de esta familia señera en el flamenco extremeño impregna algo más que carácter. Te marca con el sello del compás, el arte, la guitarra y el estudio, y ante esos valores, esos genes, uno no tiene más que quitarse el sombrero o coger la guitarra. Porque Juan no la suelta. Hombre de pocas palabras, le cuesta comunicarse cara a cara. Él lo hace, guitarra mediante. Se agarra a ella, te mira, duda y enseguida desliza los dedos por las cuerdas. Sus cuerdas vocales. Los tres, entablamos conversación.
-Respecto al flamenco, ¿algún miembro de su familia es la excepción de la regla? -Sí, mis dos hermanas, (su hermano gemelo Domingo, también guitarrista, falleció a los 28 años, hace cuatro años). La mayor, María, tiene una tienda, ‘Sirocco’, y la pequeña está en la ESO y ninguna se dedica al flamenco de forma profesional. María canta pero no se sube al escenario. Solo una vez se subió, aquí en el barrio. Esto tiene que gustar, si no es imposible. -¿Alguna vez se planteó no tocar la guitarra? -Siempre he visto la guitarra en casa, pero nunca nos han obligado ni a estudiar ni a la guitarra, aunque claro que a mis padres les hubiera gustado que tuviéramos algo hecho, pero al final no hemos estudiado nada. -¿Con cuántos años cogió su primera guitarra? -Con trece años. Aprendí de mi hermano. Él empezó a los diez. Todo fue progresivo. Te vas metiendo poco a poco. -Cuando veía tocar a su padre siendo niño, ¿que sentía? -Mi padre toca muy bien, siempre que lo ves, te gusta. ¿El primer recuerdo?, no tengo una imagen fija. Él tocaba de siempre. Para mí es como cuando empiezas a andar. Ver tocar la guitarra en mi casa es algo natural. Es como comer. -¿Qué le dijo la guitarra la primera vez que la tocó? -No me diría nada… (se ríe) y ahora… La guitarra es complicada, es más sufrimiento que alegría, pero es como una droga que va contigo. Es una carrera muy difícil. Si fuéramos abogados, médicos, tendríamos otra carrera. Uno siente que cada vez toca peor, la verdad es que esto no está pagado. Uno va sabiendo cada vez más, pero cada vez lo veo más difícil. Me da la sensación de que cada vez sé menos. -¿Cómo veía la guitarra ‘desde la barrera’? -Complicada. Siempre la veía muy difícil. Quería aprender pero para acompañar. Me gustaba por curiosidad, porque me gustaba mucho Camarón. Cada vez me gustaba más. -¿Cómo se produjo ese ‘encuentro natural’ con la guitarra? -Fue en el salón de mi casa. Mi hermano me puso un acorde y a partir de ahí empecé a hacer ritmo por bulerías. El ritmo sí que lo cogía.. -¿Y qué le dijo su hermano? -Ahora no lo recuerdo.., pero a nadie le sorprendió. Yo aprendí mucho de mi padre y, sobre todo, de mi hermano, con los vídeos, trabajando en Madrid cogiendo de uno y de otro, porque profesores, como tales, no he tenido. -¿No le han interesado las becas de estudio o recibir clases? -Ha pasado y no me he enterado, pero actualmente pienso que sí me vendría bien. Siempre es bueno recibir clase, aunque claro, teniendo a mi padre en casa… Y es que en diez años todo ha cambiado mucho. Ahora, en el conservatorio puedes estudiar guitarra flamenca. Hay profesores. Quizás a un nivel más básico porque aprendes flamenco por música, pero las clases están ahí. -¿Qué es lo único que no se aprende? -El duende, las cosas que te da Dios, las cosas naturales. Puedes aprender la técnica, el conocimiento, el ritmo que tiene uno, las facilidades, el sentimiento. -¿Cada uno tenemos un ritmo? -Sí. -¿Y cual es el suyo? -No sé. A mí la guitarra de Tomatito es la que más me gusta. -¿Pero qué palo sería el de Juan Vargas? -Unas bulerías -¿Por qué? -Porque es muy alegre, tiene el carácter del flamenco, se nota. Tiene algo bonito, algo que te hace vibrar, te transmite, aunque hay veces que te apetece más una soleá que una bulería. Pero a mí me gusta todo. -¿Con qué anécdota, de las muchas que tiene toda la familia se queda? -Era muy pequeño tenía unos diez años, y aquello fue un día muy bonito. Vino Camarón a vernos a nuestra tienda de zapatos ‘Calzados Vargas’, y llegó a Mérida a través del artista Javier Fernández de Molina. Los dos pasaron y Camarón se compró unas sandalias de mujer. Unas romanas. -¿Qué dijeron? -Nos pusimos a temblar. Estábamos en la puerta, lo vimos pasar con el coche. Luego aparcaron justo enfrente. Lo esperamos allí, y claro, empezaron a hablar de flamenco. Camarón era muy aficionado a la guitarra. Tenía una colección. -¿Qué decía de los cantes extremeños? -¡Le gustaban mucho!, bueno, él lo cantaba todo bien, pero es que además, Camarón era tan grande que cuando lo veías y estabas con él no daba sensación de que estuvieras con Camarón, el artista. Era tan sencillo. mi padre a su lado parecía más artista que él, de lo sencillo que era. -La Familia Vargas ha actuado en el Centro Cultural Villa de Madrid, en la Bienal de Sevilla, en el Womad de Cáceres, en el Teatro Romano, en la Feria Mundial de Flamenco de Sevilla…, lugares diferentes para un mismo arte, ¿cambia el flamenco según el sitio donde se toca? -El Womad es más hippy y les gusta, sobre todo, la guitarra. Es buen público porque son receptivos a todo. El público del teatro va a exclusivamente a ese espectáculo y eso es bueno, pero no porque sea el teatro, porque depende de la gente que vaya también ese día… Hay noches y noches. Mira, hay una que recuerdo muchísimo, fue cuando tenía unos 18 años. Fue en la Sala Suristán en Madrid. Estábamos mi hermano y yo a la guitarra, ‘El Piraña’ a la percusión y una cantaora que ahora ya no canta, ‘La Taconita’. Suristán es una sala pequeña en la que ves perfectamente a todo el mundo. Cuando comenzamos a tocar, vemos que se sientan Vicente Amigo y Tomatito. Fue una noche que me produjo un gran respeto. Tras el recital, claro, como son tan grandes, nos dijeron ‘que muy bien’. Vicente Amigo me dijo que teníamos ‘mucho aire’ tocando, y Tomatito nos dijo que le habían gustado mucho unos jaleos que habíamos hecho. -La Familia Vargas ha estado desde el 2 de mayo hasta hoy ofreciendo su espectáculo en Casa Patas, en Madrid. También han actuado en la capital, en una cita con Caixa Fórum junto a La Ratita al cante y Jesús Ortega al baile. -Desde que el flamenco fue declarado Patrimonio Inmaterial de la Humanidad está en auge y se están haciendo más cosas. También nuestros artistas están haciendo cosas importantes, están recogiendo premios. Mira a Jesús Ortega que está con Cristina Hoyos.., nos está pasando en el flamenco como en los toros. Estamos en racha. -Como homenaje a Domingo Vargas no podemos terminar la entrevista con Juan sin hablar de su hermano. Su compañero en la vida y en la guitarra. Tras su muerte, Juan estuvo dos años sin tocar la guitarra. 730 días sin duende. Pero inevitablemente volvió a ella poniendo los dedos en su sitio, con mucho respeto, muy despacio…, mientras intentaba recordar todo lo que sabía… -A mi hermano siempre lo siento, siempre está conmigo. Todo lo que toco, lo hago pensando en él… -Juan, no me gustaría terminar la entrevista con este mal sabor de boca, anda, terminémosla de otra forma. -Pues le diría que me gustaría haber conocido al Porrina, porque tenía una personalidad…, era un monstruo. Por su forma de vestir, su manera de cantar, ¡por todo! Actualmente es una pena que no disfrutemos de artistas como ‘El Peregrino’, por ejemplo. A esta gente se le debería dar trabajo y respeto. El día que no estén, los echaremos en falta. Artículo publicado en: http://www.hoy.es/v/20110507/sociedad/tocar-guitarra-casa-algo-20110507.html