Francisco Zambrano, flamencólogo

«Lo triste es el olvido tras los días de gloria»

El flamencólogo Francisco Zambrano (Badajoz, 1947) no necesita presentación. El cantaor Manolo Fregenal, tampoco, aunque si era de es­perar un reconocimiento. El mis­mo que le ha brindado Zambrano al conmemorar el centenario de su nacimiento con un libro sobre su vida editado por la Diputación de Badajoz. La ventana donde asomar­se a la voz de un artista, que con­virtió su particular forma de ejecu­tar los fandangos en un sello pro­pio. Una impronta que no podemos catalogar de cante autóctono pero si de ‘creación’ propia. Los que él mismo definió como «personales de Transición de Manolo de Frege­nal».



-Usted define a ‘El Niño de Fre­genal’ como la ‘voz cristalina, irre­petible, bonita, musical y origi­nalísima, que no desafinaba nun­ca y que por melódica hería sin matar, emocionando…’



-Manolo Fregenal tuvo y tiene, por­que ahí está su obra grabada que no morirá nunca, una de las voces más bonitas de la historia del flamenco. Muy dulce, «miel de la Alcarria», dice el crítico Manolo Bohórquez, de «hilos de oro y cristal», apostillo yo. Tan de cristal que parecía que iba a romperse, muy melódica y musical, personal y originalísima, con una afinación perfecta. Con esas características lastimaba más que mataba. No tenía ese quejío de puñal penetrante y matador del so­nido negro y del grito. Era esa fina cuchilla que te corta y te hiere de­sangrándote dulcemente. Como el bajo de Porrina: otro que te clava­ba el puñal con su alto y te desan­graba después, meciéndolo lenta­mente, con su bajo.



-Según cuenta usted mismo des­cubrió el valor flamenco de este artista durante una actuación en la Plaza Chica de Zafra en 1984…



-Así fue, yo pertenezco a esa gene­ración que se formó en torno a la etapa que conocemos como el neo­clasicismo, la vuelta a las formas clásicas, que encabezaron Antonio Mairena y Fosforito y cometimos, buscando la revitalización de lo que llamábamos el verdadero flamen­co, la injusticia del sesgo y del olvi­do, con las grandes figuras de la eta­pa anterior y no reparamos en su valor y su importancia. Y hablamos de Vallejo, Marchena, Manolo Ca­racol, Porrina y otros muchos que no estaban a ese nivel de primera figura como El Niño de Fregenal, que recibieron el mismo trato. Cuando a principio de lo 80, sien­do yo presidente de la Federación de Peñas de Extremadura, comen­zamos la recuperación de nuestros cantes y nuestros artistas me en­treviste con él en Sevilla. Claro, se veía tan poca cosa, tan menudito y ya en su etapa final que, sin que­rer, no reparé en el artista que lle­vaba dentro. La gran sorpresa fue cuando actuó en el homenaje que le hicimos a los cantaores de la ter­cera edad extremeños en Zafra y salió con su hilo de voz de oro y cris­tal cantando sus fandangos, su me­dia granaína y una canción por bu­lerías: muñequita linda. A partir de ahí me enamore del cante y de la voz de Fregenal y desde entonces, me ha hecho y me hace disfrutar muchísimo.



-¿Qué aportan las ‘creaciones per­sonales’ al flamenco?



-Aportan una serie de estilos que se suman al acervo cultural de este Ten en cuenta que son los crea­dores los que hacen el flamenco, y en general caemos muchas veces en la injusticia de olvidar que son muchos los artistas, anónimos o con más o menos nombre a los que debemos esta gran riqueza musical que nos legaron, aunque no gozaran todos del privilegio de los ele­gidos.



-La afición al flamenco de Mano­lo Fregenal creció escuchando a su padre, ¿ ‘el cante bien escuchao, es más cante’?



-Es que si el cante no se escucha: ni se aprecia, ni se saborea, ni se di­giere. Fíjate que lo primero que pre­guntaba don Antonio Chacón, cuando al llegar a una reunión le pedían que cantara era: «¿Los seño­res saben escuchar?». Con eso está dicho todo. El mayor aplauso que puede recibir un artista, cuando canta, es el silencio y después que lo premien si lo hace bien, con to­dos los aplausos del mundo. Y na­turalmente escuchando es como se aprende, escuchando mucho, para asimilar todos las formas y estilos.



-Nuestras ‘Lámparas Mineras’ son Miguel de Tena y Celia Romero, pero el precursor de esa ‘conquis­ta’ extremeña en Murcia fue Ma­nolo Fregenal…



-Efectivamente, hasta la aparición de este libro lo único que se había dicho era que había ganado en 1963 el premio de Tarantas en la Unión, pero lo cierto es que fue Manolo Fregenal en 1962, el primero que ganó un premio en la Unión y fue nada menos que el segundo premio (entonces, en las dos primeras edi­ciones, el premio no era por estilos, sino absoluto). Después ganaría cin­co más en sucesivas ediciones. Fue por tanto no solo el primero, sino el que más premios ha ganado de los extremeños y en más ediciones, del cante de las Minas, hasta la ac­tualidad.



-En los últimos años de su vida nuestro cantaor extremeño lo pasó mal, ¿`al artista y al torero en la vejez los espero’?



-Lo pasó muy mal, tan mal como la mayoría de los artistas de su ge­neración y no solo por la edad. Ese refrán suele cumplirse con frecuen­cia con los artistas en general, no solo con los flamencos, pero los de la generación de Fregenal, triunfa­dores en la etapa conocida en el fla­menco como la de la denostada Ópera Flamenca, tuvieron además el aplastamiento artístico del ofi­cialismo que se impuso y los reca­ló al olvido. Lo triste es el olvido tras los días de gloria, (y Francisco Zambrano repara en el final de un artista de la talla de Rafael Rome­ro que murió pidiendo en la puer­ta del metro de Madrid).



-En 1984 se le rindió un homena­je a Fregenal en Sevilla con un car­tel que rezaba ‘Sevilla siempre res­ponde’, ¿y Extremadura?



-Habría que añadir: tarde, «Extre­madura siempre responde tarde». Pero bueno, al final respondemos y poco a poco vamos aprendiendo, por ejemplo al Niño de Badajoz (¿para cuando una calle en la ciu­dad que lo vio nacer?, apostilla Zam­brano durante la entrevista), lo he­mos homenajeado y reconocido en vida y ahora al Peregrino. Aunque quedan injusticias, como la de Cáceres con el Niño de la Ribera.



-¿Quedan muchos ‘Manolo de Fre­genal’ a los que hacer justicia en Extremadura?



-Queda el último de los creadores, Pepe el Molinero de Campanario, aunque éste, al menos en su pue­blo, si ha sido reconocido y Pepe el de Orellana y Manzanito de Cas­tuera, como figuras extremeñas de aquel tiempo que se fue. Humilde­mente creo que, en su momento, los sacamos del olvido, como a nuestros Cantes Autóctonos que en 1988, conseguí que los recono­cieran como propios de Extrema­dura. Ahora espero que, con el li­bro, en el que estoy trabajando so­bre ellos, tengan el reconocimien­to de justicia que se merecen.



Artículo publicado en hoy.es

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M. Isabel Rodríguez Palop

M. Isabel Rodríguez Palop

Una apasionada del Flamenco.

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