Antonio Fernández Montoya «Farruco», bailaor

Llegó Antonio Fernández cargando, con el resto del grupo, las pesadas maletas, las guitarras, el equipo… esa parafernalia que acompaña al artis­ta y que ‘humaniza’ al que después, sobre el escenario, se convierte en alguien inalcanzable para el resto del público. Pura pasión, puro arte que desde butacas solo puedes admirar y disfrutar. Una vez arriba, el artis­ta, ya es de otro mundo. A las siete de la tarde, la SalaDoré se iba prepa­rando para cobrar vida. Mientras el local se desperezaba, Fernández Montoya se despojaba de Antonio y a medida que juntos subíamos las es­caleras hasta el camerino se iba trans­formando en ‘Farruco’ (Sevilla, 1988). El nieto de una dinastía. El heredero de esa intuición con la que marcan a compás, una forma muy peculiar de entender el baile. El za­pateado prodigioso de un referente. ‘Farruco’ se toca el pelo, sonríe y em­pieza a desgranar miedos, triunfos, seguridades, y anhelos sin comple­jos. Se expresa muy bien, sabe lo que dice, lo que quiere conseguir, y si si­gue así está a punto de alcanzar sus sueños. Lejos del corsé del apellido, la fama de un hermano, el cante del padre, y la protección de una madre ‘la Farruca’, Farruco está llamado al éxito. Después de verle actuar sería muy injusto que no lo consiguiera.

-Llevar el nombre de su abuelo, es todo un reto…

-La verdad es que si…, puede haber gente que piense que por llamarte ‘Farruco’ se te abren las puertas, y tienen razón pero luego ese nom­bre hay que defenderlo. Tengas fie­bre, estés cansado…, la gente va a ver a un ‘Farruco’, no van a ver a An­tonio Fernández. Van a ver a mi abuelo, a mi madre ‘La Farruca’, van a ver genios del baile. Les da igual que seas joven, les da igual que ven­gas de una gira y estés reventado…, ellos solo ven, simplemente, a un Farruco y se dicen: vamos a verlo bailar y a ver lo que hace… o sea, que tienes que estar al 100% siempre.

-¿Le gustaría desmarcarse de la `marca’?, ¿le gustaría que le cono­cieran más por Antonio?

-No, no al revés, es la parte difícil. Para mi ‘Farruco’ es lo mejor que me ha pasado, nacer en esta fami­lia, pero es cierto que el público pue­de exigirte cosas que a lo mejor, tu no tienes ganas de hacer en ese mo­ A lo mejor tienes otras am­biciones, otros retos y tienes que tener siempre presente de donde vienes y el sello de la casa. Ser ‘Fa­rmco’ tiene ventajas e inconvenien­tes…, es la parte dificil de todo esto.

-¿En alguna ocasión no ha sido capaz de ser ‘Farruco’?

-Yo creo que no, ser quien soy es lo que me gusta. Quiero oler a ‘Farruco’ me gusta, y esa es mi escuela.

-¿Cuales son sus ambiciones?

-Me gusta mucho la música en ge­neral, me gusta…, la palabra fusión está muy vista pero eso es para mí enriquecer el flamenco. Una solea, una siguiriya tradicional muy bien, pero metiéndole otros cauces mu­sicales. Me gusta arriesgarme. Yo no se bailar de otra manera que la que sé. No sé si es bueno o malo pero, si bailo con una guitarra eléctrica, sigo bailando igual. ;Sigo siendo yo!

-¿Y su madre que dice de esto?

-Mi madre me apoya…

-Pero como ‘Farruca’…

-Bueno ella vive y ha vivido otros tiempos, pero siempre nos apoya en lo que tengamos en mente. Nos da consejos de madre, de bailaora, pero nos deja a nuestra elección…, es por lo que cada uno en la familia tenemos nuestro Sellito’, tenemos nuestra escuela. Tú ves bailar a mi hermano mayor, a mi madre, a mi abuelo, o a mi hermano ‘chico’ y a mí, y compruebas que venimos de una misma escuela, pero somos di­ferentes.

-Querer diferenciarse llevando el nombre de su abuelo, ¿no es una osadía?

-Mi intención es diferente.

-¿Quiere hacer crecer el nombre?

-Claro, claro, totalmente. Yo quie­ro que el nombre de ‘Farruco’ sea mucho más extenso de lo que en realidad la gente conoce.

-Y eso, ¿solo lo ve usted?

-No, toda mi familia. Somos un clan que crece y se desarrolla. Yo bus­co enriquecer el flamenco, no des­virtuarlo, porque por ejemplo, si tienes una guitarra eléctrica y esta suena por solea, tú la estás enrique­ Ahora, si estás por solea bai­lando y la guitarra va por funky, para mi no es fusión…, para mi, no sé, realmente no sé lo que es.

-¿Qué es lo puro?

-Lo que sale del corazón, pero siem­pre partiendo de un conocimiento. Tienes que innovar, no de la nada, sino de unas pautas, de unos maes­tros. De esos libros nuestros, que para nosotros son los CD, los vídeos, las cintas de los maestros. Si cono­ces bien eso, luego ya tienes más capacidad para innovar, ya tienes eI conocimiento. Es cuando deci­des: esto lo hago, y esto no.

-¿Y qué es lo que nunca haría?

-Creo que nunca intentaría alejar­me de oler a ‘Farruco’. El día que vie­ra que me estoy alejando del nom­bre y de lo que me enseñó mí abue­lo, me plantearía dejar de bailar.

-A los dos años debutó en Berlín, y con seis colaboró en la película dirigida por su abuelo, ‘Bodas de Gloria’ ¿siente que le han robado la infancia?

-No al revés. Yo siempre he decidi­do lo que quería ser por mi mismo. Yo decidí antes de saber lo que era Tengo recuerdos…, yo de­seaba que mi gente trabajara los fi­nes de semana porque así podía bai­lar. Cuando era entre semana, yo no podía ir porque tenía el colegio. Yo decía: mama, ¿cuando trabajáis?, ;el sábado!, ay, ;puedo ir!. Entonces iba y salía a bailar. Tanto mi padre como mi madre nos han dado una educa­ción que nos ha servido de mucho, una disciplina. Hemos tenido que ir al colegio, primero, siempre lo que un niño hace y luego decidir, ¿tú quieres bailar?, y nos repetían que bailar no es solo ponerse encima de un escenario. Hay que estudiar, hay que ensayar. Nos han inculcado esas responsabilidades, pero ya una vez que habíamos decidido nosotros lo que queríamos ser.

-¿Los ‘soníos negros’ se bailan?

-Los `soníos negros’…, eso es muy dificil porque como yo digo siem­pre: así eres, así bailas. Así eres, así Para cantar como ellos can­taban, con fatigas había que pasar fatigas. Tú no puedes disimular te­ner fatigas, y nosotros gracias a Dios hemos vivido muy bien. Yo he te­nido una infancia preciosa. Jamás voy a bailar con la fatiga que baila­ba mi abuelo, porque mi abuelo bai­laba para comer, para poder comer. Yo no. Yo bailo porque me gusta.

-Cada vez hay menos ‘fatigas’ en el mundo del flamenco. Quien triunfa va directo a grandes festi­vales, circuitos cerrados, con cier­to poder adquisitivo. Para usted vivir así, ¿es de menos flamenco?

-No, mira, Manolo Caracol era uno de los maestros del flamenco y te­nia su buena casa, su buena pisci­na, tenía negocios y tenía de todo, y es uno de los grandes cantaores que hemos tenido. La miseria y el flamenco no van de la mano es que, simplemente, la vida en general an­tes, no estaba como hasta ahora. Pa­saba fatigas la mitad de España. Es­taba el que tenía una finca que cos­taba 50 millones de pesetas, y es­taban los betuneros, los zapateros, y los artistas…

-¿Qué le diría al que está apren­diendo?

-A la gente que está aprendiendo yo le diría que yo estoy aprendiendo también, y llevo toda mi vida en esto. Me queda mucho más de lo que sé.

-¿A qué le tiene miedo ‘Farruco’ cuando sube a un escenario?

-Hay muchos miedos. A la reacción de tu público, que son tu verdade­ra motivación. Temes decepcionar a la gente que viene a verte. El ma­yor premio, no es el que te dan los jurados, sino el público. Yo por ejemplo he sido mejor bailaor del año 2009-2010 pero me lo ha dado el público, no un jurado, ni tres po­líticos o tres enchufados. A ese ju­rado tú le dices: a ver, tócame las palmas por bulerías y no sabe, en­tonces, ¿qué?, ¿qué aliciente tiene que te lo de una persona así? Para un artista el mayor premio es que vayan a verte, y que el año siguien­te vuelvan otra vez.

-¿Qué puede aportar Farruco a nuestros cantes autóctonos?

-Cada uno puede aportar su peque­ño granito de arena a esta inmensa playa del flamenco, solo hay que hacerlo con respeto y conociendo un poco el palo.

-¿Y usted lo conoce?

-Si, claro, porque yo antes que bai­laor soy aficionado. Mira, por ejem­plo, mi padre que era cantaor, Juan Moreno, mejor o peor, era uno de los mejores aficionados. Nosotros antes de escuchar a Camarón como ahora hacen todos los jóvenes, nos bebíamos los biberones con Tomás Pavón,Vallejo, Chocolate que es fa­milia nuestra, y luego Camarón ob­.., porque para bailar no solo está el baile, también hay que escuchar cante, toque, para poder moverte con recursos y claro que co­nozco los jaleos extremeños, sus maestros: el Porrina, Juan Cantero…

-¿Qué le gustaría dejar en la his­toria del baile?

-Yo siempre digo que mi mayor realización será cuando tenga mis nietos y tenga mi familia. Que cuando esté a punto de morirme, la gente flamenca me recuerde como alguien que aportó al flamen­co. Que me recuerden como ahora hacen con mi abuelo, que puedan decir, ;que bien bailaba Farruco! Que los viejos, que son los que sa­ben de flamenco, lo digan.

-¿Qué es lo más triste del éxito?

-Hay muchas cosas tristes en el éxi­ Una de las más tristes es saber que hay gente que lo hace igual que tu y nunca lo alcanza. Esa es una de las cosas más tristes que hay….

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M. Isabel Rodríguez Palop

M. Isabel Rodríguez Palop

Una apasionada del Flamenco.

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