«Cuando hago los cantes mineros a veces no puedo frenar mis lágrimas en el escenario»
Eugenio Cantero debe sentirse orgulloso por muchas cosas: por cantar bien, por saberlo hacer, y por haber convertido el apellido Cantero en insignia del flamenco extremeño ligado, originariamente, a la provincia de Cáceres. Ahora ya, la región, le conoce y le reconoce la labor amansada con paciencia y estudio en nuestro arte. Nada como sentirse patriarca de una saga que continúa dejando sobre los escenarios el paso del tiempo ‘bien llevao’ con humildad y mesura. Su mujer: la cantaora Nina Díaz, sus hijas: Raquel, doctora en flamencología y cantaora y Miriam, ahora acompañando a las palmas pero mostrando un timbre y unas ganas en el cante que será cuestión de tiempo poder valorar. Luego, César Cantero también a las palmas y además con el grado medio en guitarra flamenca por el Conservatorio de Sevilla. La estirpe continúa y su árbol genealógico, como en flamenco, sigue más vivo que nunca. Que no falte.
–Hace unos días participó en el Homenaje de El Niño de la Ribera en Cáceres. A su juicio, ¿para qué sirve un homenaje?
–En el flamenco, como en cualquier otro arte, los homenajes sirven para realizar un reconocimiento público por parte de Instituciones, compañeros de profesión y aficionados en general a alguien que ha dedicado su vida a defender, valorar y promocionar la actividad en la que se ha desenvuelto a lo largo de una dilatada trayectoria, y con una serie de méritos obtenidos a lo largo de ella que le avalan como merecedor de dicho reconocimiento, pues no en vano en la mayoría de las ocasiones todo ello es el resultado de muchísimo esfuerzo, por lo que no es ningún regalo. Es más bien un acto de justicia. Además, creo que los homenajes deben realizarse siempre de forma que el homenajeado pueda disfrutarlos, es decir, en vida; de otra manera, lo entendería sin sentido.
–En el mismo usted interpretó unas guajiras junto a la guitarra de José Antonio Conde, ¿por qué eligió ese cante?
–Por varias razones. En primer lugar, porque las guajiras son un cante con el que me identifico mucho ya que lo heredé de mi padre, Demetrio Cantero, cantaor, que lo aprendió durante su estancia en Madrid entre los años 1938 y 1944. Además, intento cantarlas como él lo hacía, con un aire muy particular y un soniquete un tanto diferente. Eso dio pie en alguna ocasión a que algún aficionado me discutiera que esas guajiras que yo cantaba no estaban bien interpretadas, hasta que esa misma persona las escuchó a un cantaor muy ‘viejecito’ de Madrid, que al parecer, las cantaba muy parecidas a como yo lo hago. Por otra parte, las guajiras, al igual que está sucediendo con otros estilos de la familia de cantes de ida y vuelta están cayendo en desuso, son un cante que se escucha poco y que los artistas no suelen tener muy en cuenta en sus repertorios. Y por experiencia digo que es un cante que suele gustar mucho y que sería una verdadera lástima que llegara a perderse. De ahí que lo incluya siempre en mis recitales, para que sirva de continuidad y para que las jóvenes promesas del flamenco lo retomen y no quede en el olvido.
–Cuando mira hacia atrás en su carrera, ¿de qué se siente más orgulloso?
–De ser hijo de mi padre Demetrio Cantero «Casares» que me inició en lo que hoy, junto con la cantaora Nina Díaz, mi esposa, hemos transmitido a nuestros hijos. A los tres les hemos inculcado nuestro amor por el flamenco, enseñándoles que es un arte muy digno y que hay que tratarlo con mucho respeto. Para nosotros es una gran satisfacción que los tres se dediquen de una u otra forma al flamenco, si bien es cierto que siempre les pusimos como condición que no abandonaran los estudios. Y los tres han cumplido fielmente: mi hijo César es abogado ejerciente y además tiene el Grado Medio en Guitarra Flamenca, Miriam tiene Título Superior en Estética y está cursando actualmente los estudios de Magisterio y Raquel ha conseguido convertirse en la primera cantaora Doctora en Flamenco de la historia.
–¿Se arrepiente de algo?
–De nada. Le doy muchas gracias a Dios por tanto como me ha concedido. Yo no merezco tanto. A lo mejor otros con más méritos no lo han podido conseguir.
–Una vez me comentó que usted sentía especial emoción cuando escuchaba cante por minas. Cuéntenos por qué…
–Siento una emoción tan fuerte cuando hago los cantes mineros que a veces no puedo frenar mis lágrimas en el escenario. La razón está en que mis abuelos paterno y materno, mi padre, mis tíos, todos trabajaron en el pozo de Las Minas de Aldea Moret (Cáceres) y por eso son cantes que me tocan el corazón. En realidad eso era lo que a mí me esperaba también: trabajar en el pozo de la mina. Sin embargo, afortunadamente no ha sido así, pues, a pesar de haber nacido en el seno de una familia minera muy humilde, con muchísimo esfuerzo y sacrificio pude realizar mis estudios universitarios (Perito y Profesor Mercantil, Ciencias Empresariales y Administrador de Fincas). Por eso le doy tantas gracias a Dios. Pero mis orígenes no los olvido, y de hecho, en homenaje a todos aquellos mineros de Aldea Moret que se dejaron la vida trabajando en unas condiciones infrahumanas y que tantas penurias pasaron, y también para recuperar la festividad de Santa Bárbara, patrona de los mineros, comencé a organizar el Festival Flamenco de Las Minas de Aldea Moret de Cáceres, del que este año celebraremos la XI edición con la que esperamos continuar la misma línea de éxito que hemos conseguido hasta ahora.
–Su hija doctora en flamencología, la primera en Extremadura, ¿se siente responsable de su posición en este arte?, ¿de haber conseguido tanto en el mundo del flamenco?
–Lógicamente, como padre me siento muy orgulloso de mi hija Raquel, aunque el mérito es suyo. Sólo nosotros sabemos el trabajo que le ha costado conseguirlo y lo tiene muy bien merecido. Ella siempre ha sido consciente de que las cosas cuestan y hay que ganárselas y en nuestra familia nadie nos ha regalado nada. Todo lo conseguido ha sido con nuestro esfuerzo.
–¿Cuál cree que es la mejor forma de que un hijo, una hija, entienda este difícil mundo y no se pierda en el camino?
–A los hijos hay que hacerles entender desde el principio que tienen que ser conscientes de la dificultad que entraña este arte, que es muy sacrificado y que hay que dedicarle muchas horas de estudio si se quiere hacer las cosas por derecho. Por otra parte, educarles en que la humildad es un valor que deben tener siempre muy presente, ya que antes que artista hay que ser persona de bien. Y que no pierdan nunca de vista que la veteranía es un grado y que hay que respetar siempre a los mayores y aprender de su experiencia.
–Otra hija, Miriam Cantero, comienza a despuntar en el acompañamiento por palmas, aunque la vimos el día del homenaje arrancándose con unos fandangos al alimón, ¿qué consejos le da?
–Miriam, al igual que César y Raquel, ha «mamao» el flamenco en el ambiente familiar. Cuando nació Miriam, Raquel tenía 9 años y ya cantaba y venía con su madre y conmigo a nuestras actuaciones, así que Miriam desde que tiene uso de razón ha estado en contacto con el mundillo artístico y lo ha visto como algo cotidiano. Desde muy pequeña hacía sus cantes pero no lo sabíamos porque es un poco tímida y siempre le ha dado muchísima vergüenza cantar. Sin embargo, para las palmas y el cajón siempre ha estado dispuesta y desde hace mucho tiempo nos acompaña en el grupo. Con la edad ha ido perdiendo esa timidez y poco a poco se va soltando en el cante, pues tiene unas facultades importantes. Sus hermanos la animan mucho para que se «eche p’alante» porque ven que tiene aptitudes. De hecho, aunque no con el flamenco ha participado en algunos concursos de televisión, como «Objetivo Karaoke» de Canal Extremadura, donde quedó en 2 posición, y también participó hace unos años en «La Batalla de los Coros» de Cuatro, con el coro de Extremadura. Tiene una voz muy versátil que se adapta con facilidad a cualquier género musical, lo cual es una gran virtud. Y como cantaora, creo que puede dar mucho que hablar si acaba de romper de una vez por todas. Mi consejo es que no tenga prisa, que estudie mucho, que tenga siempre los pies en la tierra y que confíe y aprenda de sus hermanos, que la llevarán por buen camino.
–¿Qué siente cuando comprueba que su familia es una de las estirpes flamencas más importantes de Extremadura?
–Para mí es un gran orgullo ya que son muchos los años que llevamos en esto y comprobar que la labor que se inició con mi padre tiene continuidad en mis hijos y que el apellido Cantero sale a luz cuando se habla de flamenco en Extremadura supone una gran satisfacción y me llena de emoción, porque es lo que confirma que todo esfuerzo tiene su recompensa y que merece la pena seguir luchando. De hecho, hay un fandango de Huelva que siempre canto y que me identifica a la perfección: «Alguno anda murmurando/que cuando me voy a retirar/ y yo les digo cantando/que mientras pueda cantar/me quiero morir cantando».
–¿Hay relevo generacional en el flamenco extremeño?
–Por supuesto. En la época que nos ha tocado vivir a los mayores (Simón Niño de la Ribera, Cándido de Quintana, etc.) todo era más pausado. Ahora es increíble tanta gente joven con tanto conocimiento y dominio de los cantes. También es cierto que ahora se tienen muchísimas más facilidades para aprender, antes era todo mucho más complicado. El pasado sábado en el homenaje a El Niño de la Ribera pudimos comprobar que ese relevo generacional es una realidad: el primer grupo, nosotros fuimos posteriores en el orden de actuación, intervinieron los que representan el futuro del flamenco extremeño. A los jóvenes hay que ayudarles y motivarles para que sigan luchando por este arte tan nuestro, para que continúen con la misma ilusión con la que han empezado.
Artículo publicado en: http://www.elperiodicoextremadura.com/m/noticias/badajoz/eugenio-cantero-cantaor-cuando-hago-cantes-mineros-veces-no-puedo-frenar-mis-lagrimas-escenario_868674.html