Manuela Sánchez

«Hasta las pestañas hay que mover bailando»

Manuela Sánchez es puro nervio. Puro tesón. Puras ganas de trabajar. No baja nunca del escenario, porque se mueve, se expresa y siente como una bailaora las veinticuatro horas del día. Baila hasta con las palabras. Generosa y cariñosa, no le importa subirse a un escenario de primera o a uno de tercera. A diferencia de algunos toreros, para ella el albero, el escenario, gana o pierde por la persona que está encima porque los que están abajo, el público, siempre merecen el máximo respeto.

-Cuando sube las escaleras que le llevan a un escenario, ¿le tiemblan las piernas? -Muchísimo. Es que si no, no hay duende, no hay vida en el baile. Si uno no siente nervios y un respeto al público es imposible. Tienen que temblarte y mucho: las piernas y el corazón. El respeto al público jamás se puede perder. -Ante un público que sabe de cante, ¿damos por hecho que también sabe de baile? -No todo el mundo. No un buen cantaor sabe de baile, ni una buena bailaora sabe de cante. No todos los buenos cantaores saben cantar para el baile, ni una bailaora bailar con un cantaor que no está preparado para el baile. -¿Y cómo podríamos educar en esta disciplina? -Para eso hay que trabajar mucho. Dicen que el compás no se puede aprender, pero lo que no se enseña es el duende. El oído si se educa, el compás también. Trabajando si se puede bailar bien. -Ha trabajado en Turquía, Suiza, Portugal, Francia ¿saben apreciar el baile flamenco allí como aquí? -Yo creo que sí, y bastante bien. A mí me impactó muchísimo la gira por Turquía. Nos recibieron con unas ganas, un afán de aprender, de absorber el espectáculo…, ¡todo me dejó impactada!. La fiesta de bienvenida fue apoteósica. Me sentí como una diosa, ahí, en un restaurante que parecía un palacio. Recuerdo a todo el público en pie, temblando, los aplausos nos comían. -¿Y qué tal en Alemania y Francia? -Alemania, con un público serio y seco, respetan incluso más que en España. Aquí somos más fiesteros. Ellos valoran, sobre todo, el trabajo, el esfuerzo que va detrás de cada baile. En Francia respetan mucho el espectáculo y lo valoran, pero de forma más turística. Llegan al lugar de la entrevista su marido y sus dos hijos. La mejor bata de cola de Manuela Sánchez. El mejor ‘agarre’ para una bailaora que no deja de ser madre bailando, ni bailaora preparando el cumpleaños de su hijo. Manuela son muchas ‘Manuelas’ y ‘todas’ reciben el cariño y la admiración necesaria para seguir luchando. Laura y Carlos se le cuelgan del cuello y ella feliz, sigue atendiéndonos. -Bailaora y madre, ¿cuántas veces ha querido salir taconeando de tanto estrés? -Uff, todos los días. Queremos abarcar tanto que no se puede. Llevar la casa, los niños estar dentro, estar fuera. Hay veces en que saldría bailando y me iría al fin del mundo. -¿Ha renunciado profesionalmente a algún sueño por ser madre? -Sí, a muchos, pero no me arrepiento de nada. Podría estar en EEUU, en México tendría cosas abiertas, me casé y me quedé a aquí. Quince días antes de mi boda me llamaron para una cosa en Italia. Me dijeron que aplazara la boda y les dije que no, que ese era mi momento y que quería hacerlo. -¿Cuáles son las claves de un buen baile? -Sobre todo hacerlo desde el corazón, llevarlo hacia lo más alto y hacérselo llegar al público pero sintiendo desde la uña del pie ‘chico’ hasta el último pelo de la cabeza. Hay que mover hasta las pestañas bailando, como digo yo. -Comenzó muy pequeña a bailar. A los diez años, ¿uno sabe lo que quiere? -No sé, a mí me encantaba. Iba a la academia tres veces por semana y me volvía loca. Yo era de las ‘normales’. Mi padre me decía que si no aprobaba me borraba del baile, yo le suplicaba: por favor papá, ¡no me borres del baile que me muero! Curiosamente cuando esta profesora se fue de Monesterio habló con mis padres y les dijo: por favor, llevad a esta niña donde haga falta, que ‘se bebe los vientos por el baile’. Se llamaba Rafaela y le tengo mucho cariño. -¿Es imprescindible bailar desde la infancia para ser bailaora? -El baile precisa de una estética, una fuerza y una preparación. Hoy por hoy nadie es ‘mayor’ para nada, pero los niños son esponjas, lo aprenden todo y además tienen más tiempo para bailar. -Por partes, ¿qué importancia tienen las manos, los pies y el traje? -Los pies son esenciales para todo. Las manos son fundamentales. Hoy en día hay mucha técnica y a muchas yo les pondría menos pies y más brazos. No soy crítica, la primera que lo soy conmigo soy yo, pero hablo desde mi punto de vista. Tengo dos escuelas: en Llerena y en Monesterio, y doy mucha ‘caña’ a los brazos. -¿Qué es lo más bonito que le ha dicho un alumno? -Que quiere ser como yo. (Y a Manuela se le humedecen los ojos. Es toda sensibilidad) -¿Y la estética? -A mí me encanta diseñar los trajes. Una buena planta sobre el escenario a veces dice mucho más que el propio baile. El impacto de un buen vestuario sobre el escenario, una buena puesta en escena hace mucho. -A usted le diseña los trajes su madre, ¿no? -Mi madre Doro. Es el ángel más grande que hay en el cielo. Desde que empecé y hasta hoy da puntadas como las locas. Está convaleciente con una pierna y estará pensando en un traje para una soleá que estamos montando y está con la tela allí, en la máquina y empezando a mover pie poquito a poco. -Sus hijos, su marido, su madre…, ¿sale al escenario igual de arropada siempre? -Siempre, superarropada. Cuando no es mi niña, es mi marido que me acompaña siempre que puede, si no, mi madre, que es mi paño de lágrimas, nunca me deja sola. Es la que me da más fuerza sobre un escenario. -Eva la Yerbabuena o María Canea tienen una forma peculiar de bailar, un sello. ¿Existe la moda dentro del propio baile? -Yo pienso que sí, aunque no lo comparto porque cada persona tiene que tener su propio sello, su imagen, pero hoy en día lo que hace una, lo hace la otra. Son modas. Ahora se lleva salir con una mantilla bailando tipo Semana Santa: salimos, que ahora se lleva salir con el torso desnudo: salimos, ahora bailamos con pantalones las mujeres: bailamos. Pero bueno, todo lo que sea flamenco es bien visto. -Pero usted es ortodoxa, ¿no? -Sí, mucho. Me gusta innovar, pero los cánones del flamenco son los que son, y hay que respetarlos. -¿Y en qué se puede innovar siendo ortodoxa? -Yo creo que en la técnica todo. Podemos innovar con una silla, con un bastón, pero la feminidad no se puede perder, y hacer un teatro tampoco. Las cosas de corazón. -¿Cual es el sueño como bailaora? -Bailar en el Teatro Romano de Mérida. Es nuestro y es un buen colofón.

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M. Isabel Rodríguez Palop

M. Isabel Rodríguez Palop

Una apasionada del Flamenco.

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