EN CORTO:
“Hay una raíz que debe alimentar más al flamenco que es lo electrónico”
“François Jullien asegura que la identidad no existe que es otra ficción que nos ponemos, y que nos ayuda a sentirnos parte de un colectivo”
“Para mi toda tradición es una traición”
“Eludo esa autoridad que todo el mundo busca en el flamenco”
ENTREVISTA A PEDRO ORDÓÑEZ
El flamenco, práctica artística contemporánea, no se puede encuadrar. “Musicología Radical” no es un libro. Es una experiencia de interrogantes y palabras en las que el Titular de la Universidad de Granada en Historia y Ciencias del Música, Pedro Ordoñez Eslava (Alcalá de Guadaira, Sevilla, 1980) nos propone, entre otras cuestiones, a hacer uso de nuestro ser radicante. Esas plantas que echan raíces en diferentes terrenos. Ordoñez se plantea cuestiones sobre la naturaleza del flamenco, desde su relación con el deseo, hasta su función como lenguaje simbólico. Una obra interesante y compleja para enfrentarnos a todo lo establecido, desde el lenguaje musical, hasta ahora.
¿Libro o performance?
Es una buena pregunta porque desde el inicio hablo de un libro y llamarlo performance implica una experiencia performativa; algo dinámico, orgánico, implica interpretación por parte del lector. Yo necesito al lector, y les incorporo como autores. Es un ejercicio de reflexión compartida con alumnos, compañeros… Este libro ha sido un capricho, el resultado de un proceso académico en el que me convertí en Titular de la Universidad. Es performativo en tanto cuanto que performance es interpretación. El libro está vivo y es lo que me gusta pensar. Y si, es exigente, es para echarle un tiempo. En este libro me muestra de una forma muy honesta.
¿Cuáles son las raíces, que no la raíz, de Pedro Ordóñez?
Mis raíces son tan importantes las de Alcalá de Guadaira, Granada o París, ciudad fundamental por lo que yo aprendí de exposiciones, conciertos… es cierto que me configura Alcalá de Guadaira, pero París es fundamental. También, cada viaje que he hecho de una forma consciente y con reflexión me ha alimentado. Tengo una pata en el flamenco y otra en lo experimental, pero al hablar de raíces también lo son autores, compositores con los que he trabajado. Para mí es muy importante Juan Carlos Lérida, bailaor flamenco y director Artístico del proyecto “Flamenco Empírico” que es muy interesante y está en la raíz de propuestas que ahora son fundamentales. Andrés Marín también, por ejemplo. Mis raíces son todos los diálogos. Yo no hago flamenco por ser de Alcalá o empezar con once años a estudiar guitarra flamenca porque después, en la vida, no he tenido ese entorno flamenco. Nunca tuve ambiente flamenco, fue con el tiempo y cuando terminé guitarra en Sevilla y en Granada con veintidós años, cuando volví al flamenco y empecé a tocar de manera más profesional las raíces. En todas las Peñas Flamencas hay un árbol flamenco que no existe. Es una ficción histórica porque el flamenco y los artistas crecen y se van retroalimentando. Hoy en día es imposible entender el flamenco sin Tokio, Japón o México.
¿Hay alguna expresión cultural y/o artística que no sea radicante?
No, yo creo que no. Hay una reflexión entorno también a la invención a la palabra “tra(d)ición” que siempre escribo así. Para mi toda tradición es una traición. La tradición se inventa para generar distinción entre un pueblo y otro. Por ejemplo, un pueblo que hace unas migas a las 2 de la mañana, preguntas: ¿pero por qué? Y te responden: por tradición, ¿tradición?, pero, ¿qué sentido tiene? Las prácticas folclóricas que se asocian a pueblos, territorios, cuando empiezas a analizarlas te das cuenta de que no son solo de ellos, sino que se dan y se configuran en el XIX, sobre todo, por la búsqueda del nacionalismo romántico para generar distinción. Todo viene del mismo caldo de cultivo. Las fuentes están vivas y se alimentan de todo el mundo. Pensar algo que solo se nutre de lo que está debajo de sus pies es bastante pobre. Cuando empiezas a moverte, los pies se alimentan de otro sitio.
Eso también parte de la necesidad de identidad, de formar parte de algo…
Efectivamente. El caso es tener identidad. ¿Qué nos identifica? François Jullien asegura que la identidad no existe que es otra ficción que nos ponemos, y que nos ayuda a sentirnos parte de un colectivo.
En el flamenco, esa búsqueda de distinción entre territorios, ¿no es quizás una forma de intentar dominarlo?
Es una manera de sentirnos con legitimidad para decir “esto es mío”, y como es mío, tú no puedes venir aquí a profanarlo… yo me he criado con esto, me pertenece… esto es uno, de los elementos que genera más tensión, incluso es divertido porque se escuchan unas afirmaciones a partir de anécdotas tipo: ‘yo sabía de flamenco porque desayunaba donde desayunaba el Agujetas’… la gente se lleva a experiencia para generar una idea de identidad. Para mí no es más que una ficción que yo asumo y de la que formo parte. El flamenco, práctica artística contemporánea, no se puede encuadrar.
No hay nada más anti flamenco que intentar encuadrar el flamenco…
Si miras atrás, los artistas que conocemos y que han hecho crecer el flamenco han sido los que se han preguntado, ¿Qué es el flamenco? Son los que estudiamos hoy. Los que han creado cosas en el flamenco. No estudias al que repite sino al creador, ¿y por qué ahora nos aceptan estos creadores? Este libro, posiblemente no hable mucho de flamenco, pero si es muy flamenco porque me he preguntado cuales son los límites del libro, con esa actitud ante un libro que no tiene autor, ni cubierta y que la foto que aparece somos mi padre y yo. Tiene tres títulos con mi nombre tachado o entre interrogantes, porque me pregunto constantemente quién soy yo, y qué hago yo aquí. Eludo esa autoridad que todo el mundo busca en el flamenco. Yo no necesito legitimarme en este arte.
¿Por qué no respetamos a los creadores del flamenco de ahora?
Si preguntas por qué no respetamos a los creadores de ahora es porque percibe que hay una parte del público que no acepta a los creadores, o que no tiene oportunidad de hacerlo. El público tiene herramientas para entender a Jesús Méndez o a Terremoto porque se mueven en un canon donde las expectativas se resuelven positivamente, ahora, escuchas a Rocío Márquez con su nuevo disco y no sabes muy bien lo que vas a escuchar. Cuando alguien va a un concierto y no sabe lo que va a pasar tiene dos opciones: proyectar sus expectativas y rechazarlo, o escuchar la propuesta de manera humilde, como dice, suspendiendo sus propias convicciones sin proyectarlas en el artista. ¡Es que la alegría que ha cantado no es así! Ha cantado ‘su’ alegría, punto. El flamenco es diacrónico y a la vez sincrónico. Falta curiosidad e imaginación por parte de la mayoría del público y por supuesto de los programadores. En lo público uno tiene que programar también para esos ‘solo’ treinta que van a verlo. Hay público que no va a escuchar al artista sino así mismo, proyectado en el artista.
¿Cuál cree que será el futuro del flamenco?
Hay una raíz que debe alimentar más al flamenco que es lo electrónico. Mas que de futuro hablaría de retos, como la incorporación de lo electrónico de forma más consolidada. Filtros de voz, sonoros, efectos… está generando un corpus musical que no sabemos dónde va a llegar. La IA también será un reto; quizás dentro de diez años podamos crear una Pastora Pavón o cantar con Manuel Torres repertorio nuevo. Hay un reto que me encantaría que es el de la voz. La voz del flamenco sigue siendo la parcela más conservadora porque nuestro timbre es lo que nos identifica. Perrate se atreve a cantar un poema fonético, por ejemplo, pero otros muchos se acompañan de electrónica, pero cantan igual. Hay un reto muy interesante que es la capacidad del artista para cantar desde su vocalidad. Rocío Márquez hace efectos vocales en su nuevo disco, por ejemplo. Para mi es un reto super interesante. Como en los 70’ Morente, o la Antología de Carmen Linares… hoy en día está por hacer un corpus de artistas que asuman el reto de lo vocal.
