En nombre de Miguel Vargas

En nombre de Miguel Vargas

En nombre de Miguel Vargas. Alcalá de Guadaira. Sevilla. Peña Flamenca. Guitarra. Extremadura. Mérida
En nombre de Miguel Vargas. Alcalá de Guadaira. Sevilla. Peña Flamenca. Guitarra. Extremadura. Mérida

En nombre de Miguel Vargas. Lo tuvieron claro desde el principio: si había que celebrar el Día de Extremadura, 8 de septiembre, debían hacerlo con el toque ‘autóctono’ de Miguel Vargas. El patriarca, el dueño de un pulgar donde se aguarda la sabiduría de la guitarra extremeña, el garante del toque extremeño es el hijo adoptivo de una cultura flamenca en donde se aúnan esas vivencias grabadas entre pedimentos, rodeos y bodas gitanas que él ha conseguido llevar a las primas y bordones de su maestría. Miguel Vargas, aunque nacido en 1956 en Beja, Portugal, lleva prácticamente toda su vida en Mérida. El lugar desde donde se impregnó del compás de los bastones de Los Verdines en la Feria de los Gitanos. Una feria que aún sigue vigente, desde hace más de un siglo en la capital autonómica, y que supone un lugar de encuentro ineludible para las familias gitanas. En ese calor de compás, compadres, familias y tratos, Miguel Vargas abrazó ese compás de tangos y jaleos extremeños, pausados, con sus silencios y respetos, que su guitarra atesora.

Hijo adoptivo de Mérida, acompañado de su hijo Juan compartió el perfume de su sabiduría en una noche donde los cantes de Edu Hidalgo y José Moreno ‘El Cano’ dejaron patente que Extremadura es flamenca por los cuatro costados. Y quien no lo crea, que venga a Sevilla.

Arrancó el patriarca con una soleá y una granaína donde dejó claro a lo que habíamos venido, a disfrutar a esa ‘maestranza del cante’. Ante la siempre fija mirada de su hijo Juan, con ese ágil y fresco toque, evidenció que el maestro nunca para de enseñar, para que no dejemos de aprender.

La Peña Flamenca La Soleá de Alcalá con una solera y un saber estar que siempre se agradece, rindió homenaje a Paco Zambrano y a Marcelo Rodríguez Boceta, ambos recientemente fallecidos, y ambos flamencólogos y de Badajoz. Mucho deje de la tierra en la afición y otros tantos socios saciándose de una autenticidad que raramente ya puede encontrarse en los límites geográficos del flamenco. Ya ni las improvisaciones son tantas, ni los arranques son tan espontáneos. Hay que agradecer a su presidente Antonio Durán el cariño y las atenciones. Eso también es hacer Peña.

Edu Hidalgo, como siempre, impecable. Derrochó saber estar y sabiduría en los tangos extremeños. Y en realidad, en todo lo que rozó y defendió. Edu no es de Valdivia, Badajoz. Edu es de ese lugar donde los lujos no se compran. Es desde donde solo se escuchan.

José Moreno ‘El Cano’, hijo adoptivo de Alcalá de Guadaíra, sin placa ni pleno municipal sino por méritos propios, cantó como sabe hacerlo: con humildad y desgarro. Hace tiempo que el de Berlanga, Badajoz, tuvo claro lo que quería derrochar por esa garganta que es la voz de lo que le resta del cuerpo. Mucho estudio, mucha escucha que han llevado a este extremeño a seguir los aromas de este triángulo de lo hondo que conforman Alcalá, Utrera y Sevilla. Sin olvidar su tierra.

Eso desde luego. Extremadura siempre presente en cada toque, cada quejío, en cada olé. Jaleos y tangos bien colocaos desde el saber estar en estas noches donde el mapa solo se encuentra en el papel, porque aquí fronteras: ninguna. Ni provincias, ni pueblos, ni regiones. Aquí duende y respeto.

Si los extremeños tenemos unos cantes autóctonos, unos estilos propios y una buena remesa de cantaores y cantaoras, también tenemos un toque de guitarra, que aún sin estar catalogado como tal, representa a la guitarra flamenca de nuestra tierra. Un toque diferente, fácilmente diferenciable por ese ‘pulgar’ que lleva el aroma de la Tía Ana, la Tía Tijeras, y que Miguel Vargas firma y sentencia.

La siguiriya de Cano, la soleá de Edu, los fandangos que aunaron a ambos ‘hermanos’ y la maestría de Miguel Vargas nos hizo ver que un verdadero director de orquesta no necesita ni batuta ni guitarra. El patriarca sabía lo que quería derramar, y así lo hizo.

Una noche de orgullo y flamenco bien entendido. Miguel Vargas tuvo la noche, y nosotros, el privilegio.

 

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M. Isabel Rodríguez Palop

El flamenco forma parte de mi vida. Es lo primero que evoco de mi infancia.

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