José Moreno ‘El Cano’, cantaor

«Lo más complicado ha sido entender por qué no todos los días suenas igual»

Me alegra empezar este nuevo año con una entrevista a José Moreno ‘El Cano’ por buen artista y buena persona. Le conocí cuando él, con doce años subía por primera vez al escenario de una Peña Flamenca, era la de Llerena. Luego he tenido la suerte de conocerle en otros festivales, otras galas benéficas, a las que como otros artistas, nunca duda en colaborar. Más tarde hemos vuelto a coincidir en la Peña de Alcalá de Guadaira, y allí me encontré a un cantaor más maduro y a una persona centrada en su carrera y en la vida. Es el paso y el poso de los años y al Cano, todo eso le ha venido bien.



–Hubo un momento en que tuvo que parar, operarse con lo que supone de riesgo para usted como artista, y continuar, ¿qué le hizo arriesgarse a tal intervención?



–Mira, cuando a un cantaor le quitas su herramienta le estás quitando también su manera de expresión, su forma de expresarse, tanto a nivel social como sentimental. El ser flamenco, en este caso cantaor, es una forma de vida, el ser flamenco supone vivir y morir para el flamenco, que no es lo mismo que vivir de él, ya que esto es más complicado. Yo vivo por y para el flamenco, porque así lo siento desde que lo mamé en mi casa, en las reuniones familiares escuchando a mi madre y a mi abuelo Daniel y a otros familiares que se atrevían a cantarte una copla de Pepe Pinto, la Niña la Puebla, Valderrama, Farina, etc. Lo que en mi niñez fue una afición en mi vida actual es mi pasión, mi vida. Te cuento todo esto para que entiendas mejor como me pude sentir cuando mi voz se rompió a consecuencia de un nódulo e influido también por una hernia de hiato, cuyo reflujo hacía que tuviera siempre una faringitis que me impedía cantar. Lo pasé muy mal psicológicamente, yo no podría ni entendería mi vida sin poder cantar. Me puse en manos del Doctor Cariñano que me lo recomendó nuestro amigo Miguel de Tena y decidí sin pensármelo dos veces en operarme. Respecto a la hernia me mandaron un tratamiento junto con una sana alimentación y deporte y después de un año sin cantar volvía a ser yo con más ganas e ilusión que nunca.



–¿Qué ha aprendido como cantaor y como persona tras ese momento tan delicado?



–Esta mala experiencia me sirvió para darme cuenta de lo importante que era el flamenco para mí. Veía como mis compañeros iban subiendo peldaños, de lo cual me alegro, y me miraba a mí mismo ahí estancado por una enfermedad que me impedía seguir adelante. Además me pasó en un momento muy dulce que estaba viviendo, me encontraba en un nivel de estudio y de seguridad muy bueno, y no pensaba en otra cosa que no fuera darme a conocer y poder cantar en todos sitios. Y de la noche a la mañana que te caigas de esta manera fue muy duro. Como persona he aprendido a que la vida no es de colores y que el hombre no se mide por las veces que se cae sino por las veces que se levanta, y que al toro hay que cogerlo por los cuernos, por lo que hay que ponerse manos a la obra y solucionar los problemas que se te presenten cuanto antes.



–¿Ha cambiado su forma de ver el flamenco tras esa pausa?



–Ha cambiado mi forma de sentirlo. Si antes lo valoraba y lo apreciaba, ahora lo amo con locura. Tras veinte días sin poder hablar hasta que sanara las cicatrices de la intervención, fui a mi primera revisión y el doctor me dijo que podía cantar, que todo estaba perfecto. Empecé poco a poco a ensayar y a coger confianza y en unos meses estaba apuntado a todos los concursos ‘habidos y por haber’ para recuperar el tiempo perdido. Recuerdo que el primero fue el de Oliva de la Frontera, el de Fandangos en el que octubre el primer premio. Era la primera vez que conseguía un primer premio en mi vida. Imagínate como me sentía después de todo lo mal que lo había pasado. Ahí vi mi primera recompensa, mi primer regalo, la luz que tanto había deseado después de un año de penumbra. La inyección de moral fue brutal. Me prometí a mí mismo que tenía que recuperar el dinero que había invertido en mi salud, que no fue poco y vi en los concursos una manera de recuperarlo. Después vino el concurso de fandangos de Montehermoso donde también me llevé el primer premio, el concurso de San Jorge de Cáceres donde fui el ganador en los cantes generales y así poco a poco fui recuperando el dinero invertido en mis cuerdas vocales. El hecho de participar en los concursos por amor propio y no hacer el ridículo, te obliga a encerrarte en un cuarto y estudiar mucho los cantes. Hay concursos que en las bases te obligan a hacer un palo o estilo dentro de un palo determinado que nunca habías cantado y a veces ni escuchado nunca. A mí me ha pasado que he descubierto estilos con una musicalidad maravillosa, como en un concurso en un pueblo de Málaga que tenías que hacer un abandolao de Anilla la de Ronda. Descubrí un cante precioso que antes desconocía. Estos dos años en que me tomado los concurso de una manera seria y continuada he notado mi evolución en cuanto a conocer nuevos estilos e ir descubriendo lo amplio que es este arte.



–¿Qué ha sido lo más fácil y lo más complicado hasta ahora?



–Lo más fácil encontrarme con gente maravillosa en este arte que te extiende la mano cuando la necesitas, y en eso soy afortunado. Creo que cuando se anda por la vida con humildad y en este caso también, cuando te ven con esa pasión y esa afición al flamenco se vuelcan contigo y te ayudan en tu aprendizaje en todo lo que pueden. Yo recuerdo que cuando nadie me conocía y entendía muy poco de esto, solo que tenía muy claro mi afición había una persona en Cáceres, Perico de la Paula, que me ayudó y me ha ayudado mucho en mi aprendizaje hasta la fecha. Gracias a él y a Federico Vázquez tuve el honor de conocer a dos sabios de este arte como lo son Luis y Ramón Soler. Hoy en día les hago consultas al tío y sobrino Soler todo ello para aprendizaje y disfrute de todo buen aficionado que se aprecie. No me puedo olvidar tampoco de nuestro amigo Paco Zambrano que desde el primer momento ha puesto su saber a mi entera disposición y me ayuda a resolver algún que otro enigma flamenco regalándome además varios libros de su propia cosecha para saber un poco más sobre los grandes genios que nos ha dado Extremadura. Lo más complicado ha sido entender por qué no todos los días suenas igual. Ahí te das cuenta de que el flamenco es un arte vivo, un arte donde el sentimiento, el estado anímico, el ambiente que te rodea-, etc influyen de manera considerable a cómo te suene el cante ese día. Por mucho que estudies, que sepas, si ese día no estás no estás. Luego ocurre que a las dos horas o al día siguiente suenas que hasta te gustas a ti mismo. De ahí viene a que estés nervioso momentos previos de salir a cantar, esa incertidumbre de cómo te va a sonar la voz, es lo que te pone nervioso. En el momento que abres la boca y ves que no has perdido la voz que la carraspera que tenías era ficticia, ese hormigueo y ese destemple desaparece.



–¿Qué cambiaría de su trayectoria hasta ahora?



–No cambiaría nada, creo que las cosas malas y buenas ocurren porque tienen que ocurrir porque así lo quiere el destino. Cuando en tu vida te pasan cosas desagradables, cosas que no te mereces que te pasen, cosas que no ocurren como tú te esperabas, injusticias, desilusiones… etc, trato de sacarle el lado bueno a estas desavenencias siendo optimista y pensando que si lo supero me haré más fuerte de lo contrario el problema nunca desaparecerá y siempre te puede aparecer en cualquier callejón, cuando menos te lo esperes y vuelta a empezar impidiéndote andar hacia delante. También te hace valorar las cosas buenas, estamos enseñados a valorar las cosas buenas cuando ya no las tenemos.



–¿Disculpa a los cantaores que por razones económicas, o por la búsqueda de un éxito más generalizado se alejan de lo puro?



–No les tengo que disculpar, los abrazos y les doy las gracias por acercar a más público a nuestro arte. Yo entré en el flamenco, lo mismo que mucha juventud de mi generación a través de Camarón. Yo escuchaba a Antonio Molina, Valderrama, Farina, Pepe Pinto-, en mi casa y en el coche de mi padre a todas horas. Los gitanillos de mi pueblo me grababan cintas de Camarón y ahí descubrí a mi ídolo. Vestía camisas extravagantes, me dejaba el pelo largo como él, hacía sus gestos, lo imitaba cantando. Después de que mi oído asimiló bien al genio, descubrí al Potito, Duquende, todo aquello que se asemejaba al mito de Camarón. Después escuché a Pansequito, Lebrijano, Morente… , después a Caracol, Paquera de Jerez, Terremoto, Agujetas, Juan Talega, Porrina… , después a Marchena, el Niño de la Huerta-, después a la Niña de los Peines, Vallejo, Juanito Mojama, Tomás Pavón, Manuel Torre…, si te das cuenta entré por Camarón y lo absorbí desde su vertiente más heterodoxa hasta sus principios más ortodoxo, después fui profundizando en el flamenco hasta  llegar a las primeras grabaciones que se tienen de él como el Mochuelo, Cagancho, La Rubia…, etc. El flamenco es un arte vivo que tiene la capacidad de enriquecerse de otras músicas y seguir sonando flamenco sin perder su identidad. El sonar flamenco no es solo cantar por soleá, el sonar flamenco es también beber de otras músicas y llevarlas a nuestro terreno y que siga transmitiéndote y poniéndote la piel de gallina como cuando escuchas una seguiriya. Innovadores y revolucionarios los ha habido siempre. Escuchen a la Niña de los Peines, cantando una asturiana, lorqueñas, cantando cuplés, canciones de otras músicas por bulerías, bamberas. La canción llegó el frutero por bulerías de Vallejo, era de Antonio Machín y Vallejo la grabó adaptándola al flamenco por bulerías, ¿y no suena bonito y flamenco eso? Hoy han pasado más de cien años de algunas de aquellas grabaciones y hoy día es todo un clásico, que han grabado multitud de cantaores, y ha sido aceptado sin más. Dentro de muchos años se grabará las tarantas que cantaba Camarón, a la cual les daba un sello muy personal y sus bulerías, tangos y como han pasado a ser un clásico en el flamenco por su margen temporal será bien aceptado entre la afición como cante flamenco puro.



–¿Qué ocurrirá con el flamenco puro?



–El flamenco puro nunca va a morir porque no pasa de moda. A principios de los años veinte aparece la opera flamenca, quedando a un segundo plano para el público los cantes por seguiriyas, soleares, tonás, etc, y tomando relevancia los fandangos, recitados, cantes de ida y vuelta- pero en la época del neoclasicismo o época de los festivales a finales de los cincuenta y primeros de los sesenta vuelve a tomar el primer plano los cantes de tonás, seguiriyas, martinetes, soleares, etc. Es un círculo cerrado que va dando vueltas, según la época que toque vivir, según los públicos de dichas épocas, pero por su fuerza y pureza nunca morirá, vuelve a resurgir.



–¿Hacia donde le gustaría llevar su carrera?



–Como todo cantaor llevarlo a lo más alto claro está. Me propuse en su día llegar a lo más alto en este arte, en cuanto a conocimiento y profesionalidad se refiere. Hacerlo de la manera más digna posible y esperando que a lo largo de mi carrera haya aportado algo al flamenco, aunque sea un ‘quejío’, una expresión diferente, una letrilla que me haya venido a la cabeza y que con el tiempo la cante la gente. Con eso me doy por satisfecho, porque sabré que algo he conseguido en mi vida como cantaor.



–¿Qué consejo le hubiera gustado recibir al principio de su carrera artística?



–Consejos he recibido muchos y buenos y todos han sido aceptados y los he intentado llevar a la práctica. Quizás lo que he echado en falta ha sido tener a alguien desde pequeño que me enseñara a cantar a compás, me enseñara los cantes, tener a un guitarrista en mi pueblo donde ir todas las tardes y echar un rato de cante. Esto me hubiese valido para acortar mucho camino porque aprendí el compás con diecinueve años.



–¿Qué consejo daría usted a alguien que comienza?



–Que no se crea que el flamenco se aprende en dos días, que se mentalice de que será un ‘abuelito’ el día de mañana y todavía le quedará mucho que aprender de flamenco, que lo disfrute a lo largo de su vida como yo lo hago y que ese disfrute lo comparta con todo aquel que le guste el flamenco para que haya una comunión entre todos y hagamos de este arte cada día un poquito más grande.



–Le dejo la pregunta que le dejó la última invitada (Cristina Soler, cantaora): ¿Qué fue lo que le hizo dedicarse al mundo del flamenco?



–El flamenco es un arte que te atrapa si saber por qué. Nací en un ambiente de aficionados al flamenco. Recuerdo que de pequeño ponía encima de un radiador de calefacción eléctrico que había en mi casa, un radiocasete pequeño de cinta. Colocaba mi oído frente al único altavoz que tenía y me pasaba todas las noches después de cenar escuchando a Antonio Molina, Pepe Pinto, Farina, Valderrama, el Loreño…, y me ponía cerrando los ojos a imitarlos, como si fuera yo el que cantara. La primera vez que canté fue en la comunión de mi hermano pequeño, Mario. Canté el cristo de los faroles de Antonio Molina, tenía una voz muy fina, y recuerdo a mi abuelo José llorar y abrazarme, no se esperaba nadie que tuviera yo guardado eso. Ya de adolescente, pues empecé a escuchar a Camarón y empecé a cantar por él. Ya, en todas las fiestas familiares, cantaba junto a mi madre y mi abuelo Daniel, y todo aquel que te atreviera a echar una coplilla. Un verano, por feria, al alcalde de mi pueblo me dio la oportunidad de cantar en un homenaje a la tercera edad. Después el señor Don Marcelo, presidente de la peña flamenca Ciudad de Llerena, al que quiero como si fuera mi tío, me dio la oportunidad de cantar en dicha Peña. Uno en la vida tiene que hacer lo que siente, lo he aprendido con los años y yo lo que quiero es cantar, porque así soy feliz, porque soy flamenco. El flamenco es una forma de vida.



Artículo publicado en: http://www.elperiodicoextremadura.com/m/noticias/badajoz/jose-moreno-el-cano-cantaor-lo-mas-complicado-ha-sido-entender-no-todos-dias-suenas-igual_848071.html

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M. Isabel Rodríguez Palop

M. Isabel Rodríguez Palop

Una apasionada del Flamenco.

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