“Del flamenco siempre se está aprendiendo”

EN BREVE:

“La diversidad es uno de sus signos, y esa cualidad lo enriquece”

“Me quedo con todo, con todas las vivencias, con todos los artistas, con todos los momentos”

“A lo mejor convendría mirar hacía las otras manifestaciones de carácter creativo y, admitiendo que el flamenco forma parte de ellas, pues entender que también está sujeto a transformaciones y mudanzas como cualquier corriente o expresión artística”

Entrevista a José María Velázquez-Gaztelu, flamencólogo, escritor, poeta y cineasta

La serie imprescindible de RTVE ‘Rito y Geografía del cante’ convirtió a José María Velázquez-Gaztelu (Cádiz, 1942) en el guardián del flamenco de nuestra piel de toro. Esa piel de tantos colores y culturas como así lo acredita la propia historia de este arte, que, para muchas incógnitas y medias verdades, es el mejor notario que ha tenido y tiene España. En su obra «De la noche a la mañana. Medio siglo en la voz de los flamencos» (Athenaica Ediciones, 2021) conviven en diferentes personajes cientos de historias convirtiendo sus páginas en “un viaje emocionante y emocionado por la dimensión abierta de la memoria viva”. Velázquez-Gaztelu, escritor, cineasta, poeta y director de la “Colección Nuestro Flamenco” de RTVE habla de forma pausada y sabiendo, en todo momento, lo que dice y lo que quiere decir. Veterano de tantas batallas artísticas, flamencas y mediáticas nos regala otro tesoro para el aficionado, una obra plural de voces de distintas épocas “que manifiestan múltiples actitudes musicales y estéticas”. José María Velázquez-Gaztelu recoge así vivencias por las que, a través de ellas, seguimos creciendo los aficionados a este arte. Un legado impagable de un testigo único.

En este ‘medio siglo en la voz de los flamencos’, ¿qué ocurre de la ‘Noche a la mañana’?

En este libro he reunido una serie de entrevistas publicadas en diversos medios, con una franja temporal que va de 1972 a 2019, y en cuya nómina he incluido también algunos artículos, cuatro poemas y diversos reportajes, todos ellos vinculados con el arte flamenco. No se trata de una antología con afanes enciclopédicos, ni tampoco de un exhaustivo inventario de mis trabajos relacionados con ese género musical, sino de una selección subjetiva en la que intento exponer algunas muestras que, según mi criterio, considero significativas acerca del cante, el baile y la guitarra. Siempre me he planteado la entrevista a la manera de un género literario, pero, dadas sus características, con algunas apreciaciones. La primera, mantener el máximo respeto y fidelidad a lo que me transfiere o, en algunos casos, trata de transferirme el interlocutor. Y la segunda –siempre que sea necesario– acudir a los recursos adecuados, tanto sintácticos como estructurales y discursivos, para facilitar su comprensión.

Y ya que hablamos de entrevistas y memoria, debo decir que, siendo yo muy joven, andaba por Sevilla colaborando con una emisora de radio y dando a conocer mis inaugurales textos en prosa en el diario ABC. Por entonces, frecuentaba en Sevilla el Bar Pinto, del cantaor Pepe Pinto, que estaba ubicado en La Campana, un lugar céntrico de la capital andaluza en el que conocí y entablé una buena relación con Antonio y Curro Mairena, con Juan Talega,Chocolate o Luis Caballero.

Mi atrevimiento e inexperiencia me llevaron a decidir que el bautizo periodístico como entrevistador sería un trabajo basado en una charla, nada menos que con Pastora Pavón, La Niña de los Peines. Hablé con su esposo, Pepe Pinto, un hombre afable, caballeroso y solícito con todo el que llegaba a su famoso establecimiento, por donde pasaba la crema y nata de la flamenquería nacional. Pepe, sin dudarlo, me brindó todas las facilidades.

Así que me sentaba en la mesa de Pastora, que estaba en la terraza, los dos solos, e intentaba anotar en un cuaderno lo que me decía, hasta un punto en que su parlamento se tornaba incomprensible, como susurros erráticos en un espacio oscuro e imposible de acceder. Después caía en un mutismo abismal, donde ella se acunaba con la mirada perdida hacia un horizonte sin tiempo.

“Sobrino, Pastora ya está un poco cansada, vuelve mañana otro rato, si quieres”, me decía Pepe. Hice un segundo y un tercer y último intento, hasta que me di cuenta de que Pastora ya se encontraba en regiones no reconocibles, cuando la memoria solo está habitada por tinieblas difusas. He hecho una cantidad considerable de entrevistas para periódicos, televisión o radio, pero la de La Niña de los Peines es la que recuerdo con más emoción: una entrevista que nunca llegó a realizarse, cuando una artista de colosal magnitud estaba desconectando del mundo y vagaba por los jardines de una vigilia inaccesible. La memoria de nuevo, en este caso la memoria herida por el tiempo.

¿Por qué escogió a Luis Landero para el prólogo?

Antes de convertirse en un gran escritor, en un verdadero maestro de la literatura de nuestra época, Luis Landero fue guitarrista flamenco profesional. Tocó sobre todo para el baile y formó parte de algunas compañías. Publicó un libro, «El guitarrista», contando de forma novelada sus experiencias en ese mundo. Por otro lado, Luis, una persona generosa y de enorme calidad humana, es un amigo muy querido y admirado y ha pasado por mi programa de Radio Nacional de España, precisamente para presentar su obra «El guitarrista».

Es usted testigo directo de lo más importante que le ha ocurrido al flamenco, que es precisamente, la etapa que usted narra. ¿Se ha sentido, en alguna ocasión ‘testigo incómodo’?

Me siento dentro del flamenco, no soy un espectador. Desde muy joven he tenido contacto muy directo y personal con los artistas, he sido invitado a sus casas, he participado en innumerables fiestas íntimas y domésticas, hemos viajado juntos, compartido momentos inolvidables y mantenido extensas charlas sobre el arte y la vida, independientemente o además de mi relación con ellos por cuestiones profesionales relacionadas con mis trabajos televisivos, periodísticos o radiofónicos. El trato es fluido y, en algunos casos, se me considera un testigo de excepción, aunque generalmente me estiman como uno más de la familia.

Como se dice en la introducción, aquí pasa lo más granado de la vida del

flamenco de los últimos cien años, lo que “permite cartografiar el mapa de este arte, desde los nombres míticos, como Mairena, Caracol o Tía Anica la Piriñaca, a los revolucionarios, como Paco de Lucía, Antonio Gades, Camarón o Enrique Morente, sin olvidar las últimas grandes incorporaciones, como Israel Galván, Miguel Poveda o Rocío Márquez, entre otros muchos artistas flamencos”. Pero, de todo esto, ¿con qué se queda?

Me quedo con todo, con todas las vivencias, con todos los artistas, con todos los momentos. El mundo del arte es tan complejo como hermoso y el flamenco es un género musical de considerable riqueza. En la actualidad, y a lo largo de mi ya dilatada experiencia, he podido observar que el flamenco se presenta como un arte vivo, abierto y dinámico. Con mucha más aceptación y despertando mayor interés fuera que dentro de nuestro país, atraviesa un brillante ciclo de creatividad. Siempre he dicho que el flamenco es una vieja tradición en continuo proceso evolutivo y, teniendo en cuenta esas premisas, ahora se expone en varios niveles, donde encuentran cabidas numerosas y diferentes formas expresivas.

La diversidad es uno de sus signos, y esa cualidad lo enriquece. Hay una frase, atribuida al gran Duke Ellington, que se puede extrapolar perfectamente al flamenco, y que explica con absoluta claridad una de sus más reconocidas singularidades: “El jazz es como un árbol frondoso que se contamina de todo lo que tocan sus ramas, pero en el que siempre es posible seguir el camino de vuelta a las raíces”.

Marchenistas, mairenistas; sonidos blancos, sonidos negros…, el flamenco, ¿se alimenta en la dualidad?, ¿en el reto?

Además de blanco y negro, existen los sonidos azules, rojos, verdes, amarillos… Los matices tanto sonoros como interpretativos en el flamenco son infinitos. Hablando con Paco de Lucía, un artista inmenso, viajero e inquieto, que conocía las músicas de los muchos países por los que pasó, me decía: «Yo pienso que el flamenco es una música muy rica, es de las cuatro o cinco músicas más importantes del mundo, y no soy nada chovinista diciendo esto. Soy totalmente objetivo. El flamenco es una música de una fuerza emocional, de una abundancia melódica y rítmica, y de una personalidad tan grande, que no necesita de otras músicas. Hay mucha expresividad en el flamenco, muchos caminos por donde tirar. El flamenco es un arte muy completo y no hace falta acudir a otras músicas. La prueba la tienes en que Falla, Albéniz o Turina son flamencos. Por supuesto con unas armonías, unos conocimientos y un manejo de la música bastante evolucionado e intelectualizado, pero el mensaje y el sentimiento son flamencos».

Yo firmo estas declaraciones que me hizo Paco y, además, como no soy mitómano y me niego a encerrarlo en pequeñas parcelas que lo limiten, mi propuesta es la de ampliar la mirada acerca del flamenco en su condición de gran arte universal y, recordando las palabras del maestro de Algeciras, como una de las músicas más notables del mundo. Observo, siento y disfruto el flamenco con criterios abiertos, sin límites. Como poeta no concibo el arte encadenado a prejuicios, a lugares comunes y a normas impuestas por dictámenes restrictivos.

¿Qué es lo que nunca se podrá escribir del flamenco?

Como cualquier arte, del flamenco se puede y se debe escribir sobre todos sus aspectos. Lo que ocurre, y resulta obvio, es que aquel que tenga una más completa formación intelectual, una sensibilidad desarrollada, unos más amplios conocimientos, más profunda experiencia y escriba mejor, pues posiblemente sus trabajos tengan un mayor alcance.

¿Qué es lo que nunca se aprende?

Del flamenco siempre se está aprendiendo. Es un torrente de conocimiento y de enriquecimiento (y crecimiento) espiritual y creativo. Como todo arte, nos llena de energía positiva y nos hace mejores personas.

¿Pensó en algún momento en la repercusión que tendría ‘Rito y Geografía

del cante’?

Sinceramente, en mi caso solo intuía que estábamos haciendo algo que podía tener una trascendencia y cierto alcance en el futuro. Subrayo lo de solo intuía, ya que no se trataba de un convencimiento rotundo. Tampoco me lo planteé bajo esas premisas. Si hubiera sido así, seguramente el resultado ni sería el mismo ni tendría la frescura e incluso ese desparpajo, que son algunas de las peculiaridades de la serie. Pienso que haber hecho un trabajo de esta naturaleza pensando en el futuro, podría suponer un freno y el estar condicionado y supeditado a unas expectativas inexistentes. Claro que no sé lo que pensarían Mario Gómez y Pedro Turbica, que, desafortunadamente, ya no están con nosotros.

¿Cuáles han sido los artistas que más le han marcado?

Respeto profundamente a todo aquel que se pone delante de un público, se entrega y da todo lo que tiene. Sé lo difícil y cuánto cuesta estructurar un concierto, hacer un disco, montar un espectáculo y dejarse la vida en el escenario. Como poeta y autor conozco las noches de insomnio en el desarrollo de un proceso creativo, la angustia ante la nada, la soledad, el miedo en presencia de lo desconocido y la satisfacción del trabajo terminado. Todos los artistas flamencos que he conocido y que conozco me han marcado, y todos y cada uno de ellos, según sus características, siempre me han aportado algo positivo.

¿Qué síntomas destacaría del flamenco actual, de artistas como Niño de

Elche, o bailaoras en performances de Rocío Molina, por ejemplo?

Creo que, como apunté a anteriormente, estamos en una etapa buscadora de nuevos lenguajes y en evolución constante. Claro que el flamenco, como todo arte vivo, siempre, y a lo largo de la historia, ha estado en un ininterrumpido proceso de cambios. A lo mejor convendría mirar hacía las otras manifestaciones de carácter creativo y, admitiendo que el flamenco forma parte de ellas, pues entender que también está sujeto a transformaciones y mudanzas como cualquier corriente o expresión artística.

¿Qué es lo que usted nunca catalogaría de flamenco?

Pues todo aquello que vaya contra de la dignidad de las personas, todo aquello que vaya contra la libertad y contra la ética. No son flamencas ni las injusticias ni la mediocridad del poder y sus corruptelas, ni las guerras más o menos encubiertas, ni la destrucción del ecosistema, ni la mentira, el sectarismo y la irresponsabilidad en la clase política… ¿Quiere que continúe?

¿Se nace o se hace flamenco?

Depende, unos nacen en un medio propicio y otros se hacen. Son muchos factores los que intervienen, pero lo que importa es la obra que al final dejen y la calidad artística de su trabajo.

Le admiro, y he seguido su trabajo desde el principio de mi dedicación

profesional al flamenco, ¿qué consejos me daría?

Pues la verdad es que nunca doy consejos a nadie. No me encuentro capacitado para ello. En último caso, puedo sugerir algo según mi propia experiencia. Y, por supuesto, le agradezco muy de veras que valore mi trabajo.

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M. Isabel Rodríguez Palop

M. Isabel Rodríguez Palop

Una apasionada del Flamenco.

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