Flamenco como defensa

Había una vez un flamenco que bailaba mucho. Y un día se cayó del escenario y se fue al médico a curarse. Entonces se fue a bailar y bailó flamenco y se ganó un trofeo…’ Este cuento lo ha escrito Marcelo Alegría , un niño de siete años con mucha imaginación, muchas ganas de aprender y con una sensibilidad especial para el arte que su madre, la que les escribe, intenta potenciar y alentar.



Todos nos afanamos por reforzar de una manera u otra las aptitudes que durante la infancia nuestros hijos nos muestran. Aptitudes con las que conseguir percibir y llegar a sentir todo los que les rodea con mayor recursos que el resto, defendiéndose en la vida viendo más allá de lo que este mundo, excesivamente globalizado en oferta para ellos, quiere mostrarles. Considero que esforzarse por sentir la música más allá de sus acordes, comprender la literatura adelantándose al hilo argumental, amar la poesía y abarcar el flamenco comprendiendo que es imposible hacerlo, ofrece a cualquier ser humano una potencia extra, un octavo sentido, un arma infalible con el que congeniar y luchar en el mundo.



Viene a colación compartir este ansia de abarcar otro tipo de oferta en la infancia de la que existe hoy por hoy, con la envidia sana que me causa Jerez de la Frontera, y entre otras actividades, sus guarderías flamencas. Instalaciones donde los infantes juegan, se divierten como en cualquier otra pero en la que el flamenco es parte y fondo de sus actividades. Una manera consciente para nosotros e inconsciente para ellos de adentrarse en este maravilloso arte.



Jerez vive estos días inmerso en su XIX Festival Flamenco consiguiendo introducir a los niños en su certamen. Difícil, pero lo han hecho y les pongo un ejemplo: ‘La Fuente del Flamenco’ una serie de talleres plásticos en el Teatro Villamarta especialmente para ellos, o el programa pedagógico ‘Ella, bailando las emociones’ especial, y para todos. Piel, sensibilidad, ganas e inversión. Ingredientes básicos para sobrevivir, entre otras cosas, a la desilusión que se debe sentir al comprobar con los años que una esponja es incapaz de vivir debajo del mar, y que Violetta mal que le pese, también cumple años. Como todas.



Artículo publicado en: http://www.elperiodicoextremadura.com/noticias/opinion/flamenco-defensa_857452.html

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M. Isabel Rodríguez Palop

M. Isabel Rodríguez Palop

Una apasionada del Flamenco.

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