Entrevista a Salvador Gutiérrez, guitarrista

«Para ser ‘algo’ en este mundo hay que ser humilde, de hecho todos los grandes lo son»

Si como dice el dicho «Detrás de un gran hombre siempre hay una gran mujer» en su versión flamenca no exageramos al decir que «detrás de un grande del flamenco está Salvador Gutierrez (Écija, Sevilla 1970)» Este guitarrista ha acompañado en el cante y el baile, directamente, a lo mejor. Desde La Niña de la Puebla, Chocolate, Juan Valderrama, Rancapino o José Mercé; al baile transgresor de Andrés Marín, Israel Galván o al impecable de Cristina Hoyos. Este ‘grande’ que viene de la mano de otro «grande» de nuestra tierra, Joaquín Muñino, ofrecerá una clase magistral el próximo 28 de marzo en PROMÚSICA, Badajoz. Una inscripción para escuchar y aprender de un veterano, que sigue marcando el presente y el futuro de la guitarra flamenca. Para no perdérselo.

¿Qué podrán aprender los alumnos el próximo martes?

Podrán aprender estrategias, herramientas para tanto el acompañamiento del cante como del toque, sus variaciones, y sobre todo composición que es lo más difícil de la guitarra flamenca: aprender a componer con criterio. También compartir mis vivencias durante años de profesión trabajando con muchos cantaores, tanto aficionados como profesionales. De cualquiera se pueden aprender cosas.

¿Qué le parece el nivel de la guitarra flamenca de nuestra región?

El nivel de la guitarra aquí es bastante bueno tanto para el cante como para el baile, hay mucha afición y se preocupan de estudiar con profesionales que le puedan aportar conocimiento. Veo mucha afición. Gente como Joaquín Muñino al que conozco desde hace bastante tiempo y al que sigo su trayectoria, o los Vargas, con el padre, Miguel, que es uno de los grandes maestros de la guitarra extremeña. Ellos le dan un carácter especial a los jaleos y tangos extremeños, esos cantes que donde mejor se hacen es aquí porque guardan el carácter que da la tierra. Yo le compré una guitarra a Juan Vargas y estuve varios días probándola con ellos y conocí a Miguel durante ese tiempo: me pareció una gran persona, respetuosa y muy buen aficionado. Le cogí mucho cariño por toda su historia, una historia viva por todas las vivencias que ha tenido, sobre todo en una época en la que había mucha creatividad y se aprendía mucho de flamenco.

Hasta los once años usted aprendió a tocar la guitarra solo, y ahora que imparte clases magistrales, ¿qué opinión le merece las personas que tocan y no creen necesaria una formación didáctica?

Yo creo que la guitarra como cualquier otro instrumento necesita de una formación a través de profesores, que tengan las bases tanto armónicas como rítmicas dentro del flamenco. Yo empecé a tocar según lo que escuchaba y claro, tenía muchos vicios: los «rajeos» los hacía al revés, los acordes no los ponía bien…, pero luego empecé a dar clase con mi maestro Manuel Palma y me quité muchos vicios. Ahora gracias a internet tenemos acceso a bastantes videos de los que podemos aprender mucho, pero siempre es mejor con un profesor que tengas al lado que te resuelva dudas y te aconseje. Siempre lo recomiendo.

Ha acompañado y acompaña a prácticamente todo los grandes, ¿cómo consiguió adaptarse a artistas tan diferentes, a trayectorias tan diversas?

Yo creo que solo hay que escuchar al que estás acompañando y fundirte con él. Intentar cogerle las intenciones, tanto en el cante como en el baile, las formas…, cada uno requiere una forma de acompañarlo. Por ejemplo, en el cante por soleá cada uno va a una velocidad, y tú tienes que tener recursos para acompañar más rápido, más despacio. Al que ligue más los tercios le tienes que dar menos acordes, el que los alargue más…, la experiencia es la que te va dando las pautas.

Se formó prácticamente en el acompañamiento para el cante y baile. Estar, en principio, en un segundo plano, ¿requiere de un «plus» de humildad?

Para ser «algo» en este mundo hay que ser humilde, de hecho todos los grandes lo son. Yo no he encontrado muchos «egos» en las grandes figuras, de hecho he visto más «egos» en aficionados que en grandes artistas. El ego mal utilizado es muy malo porque no te deja avanzar, no te deja crecer, crees que lo sabes todo y no piensas en evolucionar. No tienes más aspiraciones porque crees que lo tienes casi todo, o todo. La humildad debe estar en todos los artistas y como usted dice, más si cabe, cuando te dedicas a acompañar que tienes que estar al servicio de la otra persona.

Hace unos días acompañamos a la gran Carmen Linares en su último trabajo, con la que usted ha colaborado en su último trabajo. También ha trabajado con Andrés Marín con el que recibió en 2015 el «Giraldillo» a la mejor música por «La Pasión según se mire». Siempre acompañando, ¿se le resiste un trabajo en solitario?

Creo que hay que dedicarle muchísimo tiempo a trabajar los temas como solista y si como yo, que me dedico al acompañamiento estoy con diferentes proyectos, músicas diferentes…, uno no tiene tiempo para centrarse en un trabajo en solitario. Algún día lo dejaré grabado, por lo menos para tenerlo ahí de recuerdo porque lo que queda es lo que está grabado, pero mire, antes que hablábamos de «egos» cuando he trabajado con Carmen Linares, o Andrés Marín…, siempre toco algo solo, siempre me dan mi sitio, y la verdad es que la humildad de Carmen llega hasta ese punto de dejarme como solista, también cuando hago espectáculos con Andrés Marín, pero lo cierto es que nunca he tenido la inquietud de tocar en solitario.

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M. Isabel Rodríguez Palop

M. Isabel Rodríguez Palop

Una apasionada del Flamenco.

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