Papeles Íntimos’ ya es un secreto, a voces. Son, esos documentos, anotaciones que dejó el maestro Antonio Mairena en una carpeta y que custodiaba celosamente el sobrino del cantaor, Antonio Cruz. Antonio y Pedro Cintas cruzan su camino en Mairena del Alcor, por amor al flamenco, por la admiración mutua al maestro y porque Cintas ha encontrado en este lugar, un municipio entregado a su arte tras haberse alzado con el Premio ‘Antonio Mairena’ en 2010. El maestro, a esos escritos, los llamaba ‘papeles íntimos’, y así, con esa misma denominación ha titulado su primer disco Pedro Cintas.
Acompañado del toque de Antonio García y de las palmas y nudillos de Roberto Jaén y Abel Harana, Cintas presenta este trabajo como un regalo. A él, al público, al arte y sobre todo, un guiño al fondo musical, histórico, e inmensamente valioso del flamenco. Con ‘Papeles Íntimos’ queda demostrado que mirar atrás, no es más que mirar hacia adelante sin miedo y, sobre todo, cuando se hace amparado en la ilusión y en el desgarro, de un cantaor de voz personal, y ejecución limpia.
-¿Qué ha descubierto en la documentación del maestro Mairena, y qué podemos encontrar en sus ‘Papeles Íntimos’?
-La discografía que dejó Antonio Mairena es una enciclopedia del flamenco que siempre te sorprende con algo nuevo. Y me explico: cuando has escuchado millones de veces la seguiriya tal, del disco cual de Mairena, resulta que en una nueva escucha descubres algo que antes se te había pasado y que te enriquece. Con Antonio siempre ocurre. Pues imagínate cuando te adentras en las muchísimas grabaciones que nos han quedado de festivales, recitales, reuniones, fiestas. En esas ocasiones es cuando Mairena se convertía en el no va más. De esa fuente es de la que más hemos bebido para este trabajo. Además, su sobrino y heredero nos enseñó una carpeta que tenía guardada con letras (algunas inéditas) y papeles varios de su tío, de los que cogimos las soleares, algunas tonás y muchas ideas. Una carpeta de finales de los años sesenta, de plástico marrón y con un título puesto con aquellas máquinas rotuladoras antiguas de la marca Dymo: Papeles Íntimos. Desde el primer momento supimos que ese sería el nombre del disco.
-¿Y qué tal va? ¿Está teniendo buena acogida?
-Yo diría que, tal y como están las cosas, demasiado bien en cuanto a crítica. No se ha vendido una barbaridad porque ya no existen los canales de venta tradicionales -la industria camina hacia lo digital-, pero sí lo suficiente para que se hayan emitido juicios de valor muy importantes para mí. Hay que partir de la base de que este es un disco para aficionados exigentes, que ya sabemos que no se llena un teatro con ellos, pero que valoran mucho que tengamos las cosas claras, que vayamos a lo tradicional y reconocen que nos hemos pegado un «curro» importante, porque detrás de todo esto hay un trabajo de investigación bestial de Chemi López, mi productor. Este tipo de aficionado exigente es el quisquilloso, el que te examina al milímetro y te encuentra veinte pegas en un solo tercio. Por lo que hay que saber encajar lo que te dicen, depurar la crítica y aprender, porque si te los tomas al pie de la letra mañana te vuelves a los albañiles. Después están los aficionados de ocasión, los más, que se ponen las manos en la cabeza y te hablan bien de todo sin puntualizar, porque no están acostumbrados a que un disco de flamenco no suene cajón ni bajo, o que se haya hecho con un solo guitarrista -Antonio García- y no lleve estribillos coreados. También hay que saber depurar ese tipo de crítica y no creerte ni la mitad de la mitad porque son los que más te perjudican a la larga. Y después está el gran público, que escucha la salida de la toná que abre el disco, ven que no lleva música y lo quitan rápido (risas). Normal.
-¿Por qué Mairena?, ¿qué le ha aportado este municipio a su arte?
-Antes de ganar allí, yo participé en su concurso tres veces más. Pero estaba muy verde y me daban unos palos enormes. Hasta que llegué en 2010, en unas condiciones importantes y me llevé el gato al agua. Puede que en ese momento de mi triunfo, aquel público -tan incondicional del concurso-, me recordase de años anteriores. Yo creo que valoraron mi insistencia y premiaron mi progresión. Así, esa noche se confirmó el cariño que me iban teniendo y empecé a hacerme un nombre en Mairena. También tengo un montón de amigos, algunos de ellos casi hermanos. Mairena es como una segunda casa que cada vez me tira más. Allí el cante se vive día a día. No he visto un sitio con más cantaores por metro cuadrado; pero cantaores de verdad, grandísimos aficionados que discuten acaloradamente por detalles, matices y nimiedades de los cantes que pasan desapercibidas para el resto. Tampoco puedo olvidarme de otro maestro, un señor como la copa de un pino que se llama Calixto Sánchez, que tanto y tanto me enseñó en mis comienzos aunque solo fuese a través de sus discos. En definitiva, Mairena tiene mucho flamenco.
-¿A dónde le gustaría llegar?
-A donde se pueda, porque el panorama actual es desolador. Como hace décadas, el flamenco vuelve a estar por los suelos. Se ha demostrado que los políticos no querían a este arte nada más que para la foto y el turismo, porque no se entiende que hace tres años los ayuntamientos pagaran 20.000 euros a una primera figura por hacer cuatro cantes con desgana, y ahora quieran montar todo un festival de seis artistas con sólo 3.000 euros. Aquello era una pasada y esto también. Por tanto, pienso que hay que llegar a un término medio en el que se pague justamente lo que vale un artista. Ni más ni menos. Y hay que respetarse. Si a mí me llaman para cantar en tal sitio por un precio -ya de por sí reducido-, llego a un acuerdo y, entre que firmo el contrato y no, se meten en medio diez ‘compañeros’ que rebajan ese precio a mis espaldas para quitarme el trabajo; además de ‘putearnos’ entre nosotros estamos reventando el mercado. Entiendo que todo el mundo tiene que comer, pero hay que tener más vergüenza y más clase. Y este respeto tienen que tenerlo también los políticos y los peñistas que, como buitres, se aprovechan de estas circunstancias dramáticas para hacer sus semanas flamencas y festivales por dos duros. Lo peor de todo es contemplar cómo figuras que han sido auténticos ídolos para todos, hoy están prácticamente mendigando.
-Pero esa es la ley del más fuerte. Y antes también pasaba.
-Pasaba en las ventas y en los cuartos, pero no a nivel de festivales y teatros. En los años setenta y ochenta existía un señor llamado Pulpón -el representante de más poder- que además de quitar mucha hambre, estipuló unos precios en consonancia a la calidad, el éxito y lo solicitado que estuviese cada artista. Ese «ranking» se publicaba en prensa y trabajaban todos. Cada uno en su caché. Hoy, que existe un libre mercado, aquel sistema tan ordenado y casi justo se ha convertido en un desmadre total. De manera que existen diez mil representantes, muy poco profesionales la mayoría, que ni conocen el oficio ni el género que trabajan. Algunos, auténticos gansters.
-¿Qué nos queda aún por descubrir de Pedro Cintas?
-Yo vivo al día. Lo que aprendo por la mañana lo canto por la noche. Así que al final voy a descubrir lo que sea capaz de aprender. Tampoco voy a ponerme medallas ni voy a darme golpes de pecho como hacen muchos cuando dicen que el cante hay que mamarlo en fiestas. Yo he ido a algunas y en la mayoría he visto siempre lo mismo: poco cante y mucha guasa. Así que si me llaman compañeros que me aportan como José Valencia, que de vez en cuando coincidimos, voy, echo el resto y disfruto como un enano. Pero si no es gente sana como José, prefiero quedarme en casa aprendiendo de los discos; que no pasa absolutamente nada malo por aprender de los discos porque incluso Mairena aprendió muchos cantes de muchas grabaciones. Así que iré descubriendo de mi lo que vaya aprendiendo, reinventando y viviendo día a día. Al fin y al cabo, para que el cante tenga sentido y peso tienen que pasarte cosas. Si no te pasan cosas, estas muerto.
Artículo publicado en: http://www.hoy.es/v/20130622/sociedad/cante-tiene-sentido-cuando-20130622.html